Después de un curso largo y tedio, por fin llegó el deseado verano. Sin embargo, cuando todos se reían y estaban contentos , yo no era tan feliz. Este año fue bueno, porque conocí a muchas personas , pero también tuvo sus complicaciones. A principios del mismo decidí tomar la peor decisión de mi vida: perder peso, consumirme. Llegué a pesar 37 kilos.
Al principio , yo no estaba al tanto del problema que tenía. No quería comer: ni en la facultad, ni en casa, ni en la cena. Mis días giraban en torno a evitar cualquier tipo de alimento.Solo quería estudiar, y estudiar, pero nada de comer. Y aunque me encanta lo que estoy estudiando, en este caso se me fue totalmente de las manos. A veces, el estrés haces que pierdas el control de ti mismo por completo. Además no me encontraba a gusto en casa. Me sentía sola, no podía compartir todas mis inquietudes y prefería vivir en mi pequeña burbujita. Allí siempre me sentía segura, no tenía que dar explicaciones y era yo la que ponía las reglas. Pero, ¿la verdad? No me hacía feliz. Todo lo contrario. Me fui encerrando poquito a poquito, como un caracol asustado. Pensaba: ¿esto es fruto de la adolescencia?, ¿cuándo termina? Es absurdo: la única que podía encontrar la solución, era yo.
El asunto no terminó allí, porque todo fue a peor. Me encerraba, no quería salir, no quería amar. Solo pensaba que molestaba, que era un estorbo y que, tal vez si adelgazaba podría dejar de ser un incordio para los demás. Esto iba más lejos de la estética. La idea que rondaba mi cabeza era: a una muñeca de porcelana nadie puede hacerla daño. Si yo soy una muñeca, nadie me va a tocar porque voy a ser más fuerte que ellos. A veces, eres tan egocéntrica... y eso es capaz de destrozar todo lo que hay a tu alrededor. Sobre todo, tu familia.
Pero ahora todo ha cambiado, y me estoy convirtiendo en una persona nueva. Y es muy difícil, pero lucho contra ello todos los días. Poco a poco, intento reorganizar mi vida, no dejarme llevar por el estrés, y ver la vida como un camino de felicidad y no como uno al que tengo que venir a sufrir . Ahora que escribo esto, me doy cuenta de lo mucho que estaba perdiendo . No veía la realidad, estaba confundida. Vivía bajo una neblina constante de la que no podía escapar y que me mataba poco a poco. Y entonces pasó algo: la realidad llamó a mi puerta. Fui al médico. Un señor mayor, con muchos estudios y títulos pero con poca sensibilidad que me dijo: si sigues así estás muerta, así que lo mejor es que acudas a mi hospital psiquiátrico. Me dijo que allí habría chicas como yo, con las que podría hablar de mi problema. Y ahí me di cuenta de que no me apetecía pertenecer a un grupo de "locas deprimidas" (aunque yo estaba en la misma situación). Yo quería luchar, levantarme y salvarme. En ese momento decidí vivir. Me di cuenta de todas las obsesiones y manías que había ido creando: la obsesión por la comida, tenerlo todo en orden. ser más delgada cada día, pesarme cada hora, consumirme poco a poco... ¡Acababan de llamarme enferma y tenían razón! Y es tan doloroso recordarlo, como poder reconocerlo y así avanzar. Es una sensación desgarradora, pero el camino es largo y poco a poco la herida irá cicatrizando. No puedo culpar a nadie de ello: yo misma abrí esta herida, y yo misma debo cerrarla.
Después de todo, me asusté y quise cambiar a toda costa (aunque con algunas dudas). Cuando mi nuevo viaje empezó, yo no sabía si realmente quería hacerlo: ¿y si dejaban de quererme?, ¿cómo sería un nuevo cuerpo?, ¿de verdad me encontraría mejor así?. Mi vida giraba como una noria, pero yo estaba dispuesta a trazar mi camino. A pesar de que mi plan inicial era irme de voluntaria a Marruecos, las cosas terminaron por salir del revés. De hecho , me preparé durante todo el año. Estudié, me informé, hablé con las organizaciones... Pero todo dio un giro inesperado, todo se canceló. Mi mundo se vino abajo como un castillo de naipes. Sin embargo, nunca dejé de lado la esperanza, así que pensé que la mejor idea era retirarme , ser yo misma y tomarme tiempo para pensar. No iba a pasar el verano rodeada de enfermos tristes en una clínica . Yo quería una vida, una nueva y saludable, en la que no me torturara cada día. Y pensé, ¿por qué no hacer el Camino de Santiago? ¡Es la mejor manera de empezar algo nuevo!
El 21 de junio , tomé mi mochila y me dirigí a Burgos. Aquí empezó toda la historia. Al llegar, me encontré con chicos polacos que fueron muy amables como peregrinos y me orientaron hacia el albergue más cercano. Más tarde, después de reservar cama y darnos una buena ducha, visitamos la Catedral de Burgos y cenamos unas "tapas". Este día pude recordar de nuevo el cosquilleo que sientes en el estómago cuando eres feliz y te sientes seguro de ti mismo y tus decisiones.
A pesar de que se rompió mi teléfono y mis padres insistieron en que volviese, yo me negué. No podría darme por vencida, debía caminar. Ya había tocado fondo y era el momento de luchar por llegar a lo más alto. No me lo pensé dos veces, el día 22 tomé mi mochila y me dirigí hacia Hontanas , a 22 kilómetros de Burgos. Fue mágico . El paisaje castellano , los peregrinos, y la frase que acompaña cada una de nuestras pisadas: "Good Way ", " Buen Camino ", " Buonno Camino "...
En la primera (y única parada) que hice para descansar, me encontré con quienes más tarde serán mis amigos de por vida . Eran Inma (andaluza), Pedro (un hombre grande y fuerte, algo viejo que venía de Cantabria) y Enrique (por quien todavía tengo unos sentimientos muy fuertes) . Manolo era también un andaluz muy gracioso que siempre cantaba, incluso cuando no podía ni mover el cuerpo de las agujetas. Tomamos algo en un pequeño bar, y Pedro me hizo una pregunta que me sentó como si me tiraran una piedra a la cabeza. Me dijo: ¿Niña, tú no tendrás anorexia? Yo le dije que no. Aunque más tarde me daría cuenta de que si, Pedro tenía razón. Sin embargo, en ese momento mis ojos aún estaban algo tapados así que dije con el ceño fruncido: "debes prestar atención a estas piernas, porque aunque son como las de un jilguero, llegaré a cualquiera de los destinos antes que tú". Y así fue. Todos los días, durante este maravilloso mes, yo llegaría primero. Pero no era una competición. Le esperaba en la entrada de cada pueblo, con la mejor de mis sonrisas. Si él supiera lo que me ha ayudado a avanzar. Para mí, Pedro simbolizaba toda esa fuerza de la que yo carecía. Siempre le decía: "Muy bien Pedrín, ya llegaste". A lo que él respondía: "lo sé mi niña, si no lo logro yo, ¿quién lo va a lograr?". Le extraño tanto...
El resto de los días se desarrollaban de manera similar. No me cansaba, estaba renaciendo. Todos los días me ponía mis botas y me agarraba fuertemente a mi "macuto". Me sentía orgullosa porque veía la luz de nuevo, porque podía avanzar. Era una felicidad irreemplazable. Cada día, cada kilómetro era un nuevo reto, un nuevo paso que me llevaba a la cima, a lograr mi objetivo. Mi cuerpo estaba en total armonía, sentía la magia en lo más hondo de mi corazón. Respiraba alegría. Todos los que me acompañaron en este camino hicieron que abriera los ojos. Les debo tanto...
Más tarde , conocí a Kirsten . No sé qué decir para describirla. Esta es la mejor persona que he conocido en mi vida. Una mujer de verdad. A los treinta y dos años, caminaba para olvidar una mala relación y encontrarse a sí misma. Nos llevamos bien enseguida. Nos gustaban las mismas cosas , compartíamos experiencias similares y las dos estábamos ansiosas por encontrar la verdadera amistad .Forjamos una confianza indiscutible, y el resto de semanas caminamos tan juntas como dos hermanas. Convivir con ella solo puede describirse como "mágico". Era mi alma gemela. Me enseñó el valor de la amistad , la confianza y el respeto. Y, además , me ayudó a abrir mi corazón y a quererme tanto como yo quería a los demás. Ella me enseñó a caminar , me dio la fuerza para vivir y superar todo lo que estaba sucediendo. Le debo mi vida, ya que ha sido uno de los apoyos más fuertes que me han ayudado a seguir adelante.
Los días pasaban, incansables, junto con los peregrinos y las emociones. Cada día era algo nuevo ,una nueva experiencia, un nuevo capítulo. Recuerdo con cariño a Miguel Ángel , que repite el camino todos los años a pesar de sus males de rodilla; a Marco, que era más dulce que el chocolate, a irlandeses que nunca paraban de sonreír y a curiosos incansables como José Luis, que nunca dejará de estudiar. Era un hombre muy educado e interesante con el que pasé muchas horas hablando. También estaba Rhune, de quien aprendí el valor de la dulzura y la confianza. Es una persona que siempre tiene un sitio en su corazón para cualquiera que necesite algo de cariño. Y, por supuesto, no puedo olvidar o Wilma , o Luiggi , o Daphne o Francesco , un grupo de italianos que me enseñó el amor por su lenguaje . Bueno, Daphne no era italiana... ¡pero hablaba igual de bien! Ella era muy especial y sensible, como si fuera una madre. Y estas cualidades eran algo que iba fenomenal con el buen humor de Wilma y Luiggi.
A medida que los días pasaban y nos acercamos a Santiago , me di cuenta de lo mucho que había cambiado. Me volví más abierta , cercana y cariñosa. No tenía miedo de esconder mi cuerpo, y quería abrirme a los demás. Estaba ansiosa por empezar cada día, y me encantaba despertarme rodeada de peregrinos. En esta etapa conocí Gerrardl , un chico inglés con el que más tarde me reencontré en Madrid. Y Tim , quien , junto con sus hijas, caminaban por superar la muerte de una madre y una esposa. Eran una familia fuerte y luchadora, un gran ejemplo. A todo ello se le sumaba un maravilloso paisaje, precioso. Ya estábamos en la verde Galícia. Cambié el paisaje seco y tosco, por la humedad y la frescura gallegas,y fue espectacular. Además, este día fue muy especial porque llegué a Ponferrada con mi amiga Socorro, una de las mujeres más luchadoras que he conocido. ¿Cuál es tu historia? Una mujer que se había formado a ella misma, que quería empezar una nueva vida y lo dejaba todo por irse a Manchester. No puedo expresar lo mucho que la admiro.
Y por fin, llegamos a Santiago. De hecho, puedo decir que ha sido la mejor experiencia que he tenido en mi vida, así que debo dar las gracias. Todos lloramos de emoción, nos tomamos de la mano y nos besamos. Aunque sabíamos que todo había terminado, éramos conscientes del gran cambio que habíamos experimentado. La fatiga y la meditación calaron en lo más profundo de nuestra personalidad, y jamás volveríamos a ser los que éramos al principio . Ahora, estábamos agotados , pero listos para empezar de cero.
No dejé de llorar durante horas. Sacudía a mi amiga Kirsten mientras la susurraba al oído: "lo conseguimos, y nadie creyó que fuera posible". Entonces, ella me respondía: "Tú eres la chica de hierro, te lo dije desde el principio". Y tenia razón, ya no era la misma. La "pequeña niña del pañuelo rojo" había dado paso a una nueva mujer, más fuerte, más madura. Ya no tenía miedo, no quería esconderme más. Solo tenía sed de vida, de recuperar lo que había perdido y sobre todo, de sonreír como si cada día fuera la última etapa del camino. Entendí lo que eran la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pero, lo más importante fue que abrí los ojos. Decidí volar, ser libre y ser feliz por fin. Solo me queda dar las gracias por cada momento, cada pisada y cada enseñanza. Sin todo aquello, nada de esto habría sido posible.
¡Buen Camino!
¡Buen Camino!
No hay comentarios:
Publicar un comentario