La miras y te mira. No hay nada. La vuelves a mirar, pero ya no es la misma. Ha cambiado. La pupila esta más dilatada y el iris cada vez parece mas brillante. Le acompañan tonos violetas y cianes, que la bordean formando surcos sobre la piel cercana. Esta vacia. Es lejana y está ausente. Termina por formar un mar de inquietudes. No hay color a pesar del miel intenso. No brilla de alegría, pero tampoco hay triteza. Buca el pánico y la agonia, pero se han disuelto. Lo único que queda es nada. Ha dejado de sentir.
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