
Despierta. Cepillate los dientes y lávate la cara. Dúchate y deja que el jabón te envuelva en su espuma blanca. No te relajes porque hoy hay prisa, hoy hay café y fruta. No conoces el azúcar, mantienes mejor relacion con la sacarina. Abres la revista. Todo es una perfección formada a base de piernas infinitas y miradas sin rumbo en caras serias, que claramente definidas, se acompanan de estrafalarios peinados. Sientes la envidia y deja de apetecerte la fruta. Abres el armario pero evitas el espejo, no sabes quien eres ni quien te tocara ser durante el dia. Puedes ser fuerte, tímida, independiente o alocada. No importa. Cuatro retoques te dejarán la piel pigmentada y entonces sabrás que estás lista para enfrentarte al mundo. Recorres las calles. El metro es para vagos y no va con tu "outfit". Caminas sin conocer tu rumbo, ni siquiera atiendes a lo que te rodea. Nada de lo que ves te asombra porque todo te resulta familiar. Todo es indiferente. Tal vez deberías aprender a lavarte la cara, a quitarte esa ropa que te convierte en una víctima más. A lo mejor deberías conocer tu reflejo y deberías preguntarte quién eres. Nadie puede definir tu personalidad. No eres el tiro alto de unos pantalones o lo entubado de una falda. Jamás serás más alegre por llevar un color chillón, ni estarás deprimida por vestir de negro. Deberías desnudarte y definirte a ti misma. Así eres realmente perfecta. Esta es la mejor manera de ser bella, cuando el interior define el exterior.
¿Eres única o un producto? ¿Cuánto hace que no te reconoces?
La mente se alimenta y el físico caduca.
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