Hemos escalado por los edificios para colgar nuestras pancartas, y hemos dejado las pisadas de nuestros pies en lo alto de las estaciones de metro para que nuestra voz se hiciese cada día más fuerte. También nos hemos unido en cadenas para que las cargas no pudiesen derrotarnos, creamos música con cacerolas y llaves para que nuestra propuesta tuviese su propia banda sonora, y aunque este ruido lo oyésen hasta aquellos de traje y corbata que se hacen los sordos,lo que realmente creaba un ambiente ensordecedor eran los minutos de silencio que ponían fin a nuestras asambleas.
Este movimiento, esta pelea contra el mundo, se la debemos a aquellos y aquellas que un día pensaron en las alternativas como método de cambio, y que ahora en modo de agradecimiento y lucha, somos nosotros los que debemos continuar el camino hacia la utopía.
Porque ya no pueden silenciarnos.
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