martes, 12 de junio de 2012

París

Dicen que París es la ciudad del amor, pero yo creo que es la ciudad de los sueños. La maravillosa capital de Francia, además de presentar lugares de ámbito cultural como el Palacio de Versalles o el museo del Louvre, contiene una magia inexplicable localizada en todas sus calles. De esto podemos darnos cuenta a medida que paseamos por los Champs du Mars, desde donde se divisa la elevada Tour Eiffel. Este simbólico y conmemorativo monumento fue elaborado por el conocido arquitecto Gustav Eiffel, que en 1889 vió terminada su obra, siempre dedicada a aquellos que bajo el grito de "Igualité, liberté et fraternité" lucharon en la Revolución Francesa. Después de dar un largo paseo nos dirigimos hacia el barrio bohemio de Montmartre, y sin duda la zona más mágica de París. Sin duda, sus pintores son la clara reencarnación de Van Gogh. Sus cuadros, de tipo surrealista, nos muestran un París bello y distorsionado, formado por una mezcla de colores vivos y brillantes, que nos muestran el movimiento el ensueño que produce la ciudad. En este barrio fue donde se filmó la conocida película de Amelié, de ahí que sea prácticamente obligatorio pasar a tomar un café y a leer un buen libro por el Café les deux moulins, donde trabaja la protagonista. Pero esto no es lo único que llama la atención, de repente se oyen unos cánticos angelicales, y nos damos cuenta de que situado en una elevada colina se encuentra el Sacre Coeur. Esta Basílica fue construída en 1875 con la intención de hacer memoria a todos aquellos que perdieron la vida en la Guerra franco-prusiana, y hoy en día además de realizar las misas católicas, ofrece a todos los visitantes la oportunidad de oír los adormecedores cánticos de los que allí se alojan. En cambio hablar de esta basílica hace que queramos conocer la Catedral de Notre-Damme, que muestra la arquitectura gótica en su pleno auge, adentrándonos en un mundo de leyenda y susurrándonos entre sus vidrieras, todos los secretos y pequeñas historias que durante tanto tiempo quedaron aquí recogidas. Fue esta catedral la culpable de que Walt Disney no pudiese resistirse a contar, mediante sus películas de dibujos que tantas sonrisas nos han sacado de niños, la conocida historia de Esmeralda y el Jorobado de Nottre-Damme. Esta verídica historia la conocemos de primera mano gracias a la ensordecedora campana y a las gárgolas encargadas de vigilar París desde las alturas. Pero aún no lo hemos visto todos, a medida que recorremos la ciudad nos daremos cuenta de que volvemos a ser niños con la presencia de Disney World, y que sacaremos nuestro lado más pícaro a medida que recorramos el colorado Moulin Rouge, cuna y testigo de la lujuría que recorría por las venas de aquellos pintores, poetas y actores, que pasaban a charlar, beber e inspirarse, mientras disfrutaban de los promiscuos espectáculos de cabaret que todavía se estilan en este lugar. Sin parar de caminar por las estrechas y movidas calles nos dirigimos hacia el centro, donde gracias al plano radiocéntrico las calles comienzan a hacerse cada vez más amplias y más modernas. Poco a poco sentimos la sensación de volar, y es que después de observar el obelisco de la Place de la Concorde o corretear por Les Champs Élysées, hemos escalado hasta la azotea del Arc du Triumph, de tal forma que ahora somos dueños de la ciudad. 
Esta ciudad es y será una de mis mayores fuentes de inspiración y quiero brindar por ella: por sus calles, por su magia, por su música, por su historia, por París.


"Son tiempos difíciles para los soñadores"

        - Amelié Poulain.





















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