
"Ni bandera ni frontera", es una frase que me inspira por la razón que contiene en sí. Somos dueños de nosotros mismos, somos iguales, sin importar el color o la piel, las creencias o las costumbres. La filosofía y la ciencia acordaron que somos seres racionales, pero no es verdad. Alguien racional no separa su país con una línea que lo limite, no conozco personas racionales que levanten muros hasta la luna solo por la incompatibilidad de una serie de ideas. Si fuésemos racionales no dejaríamos que nuestros hermanos muriésen de hambre por cuestión de principios, y seríamos incapaces de permitir que nuestro pueblo soportasen las bombas que lanzo a aquellos vecinos que no comparten mi opinión. Somos irracionales, brutos, malvados y egoístas. No existe la racionalidad en un mundo piramidal, en el que la cúspide se confunde con la felicidad. ¿Para qué un poder que nos oprime a nosotros mismos y a nuestros allegados? Ni siquiera podemos presumir de ser lógicos. Muchas personas me han preguntado ya sobre qué sistema apoyo o qué política sigo, pero nunca tengo respuesta. Sin embargo, en lugar de responder perfiero definirlo con una palabra: "utopía". Sin duda, la mejor de las palabras. Es poesía, es lucha y es cambio. Es pensamiento y vida. Repito: la mejor de las palabras.
Cuando sueño me gusta imaginarme un mundo en el que la felicidad, y no el dinero, es aquello que los humanos se empeñan en conseguir. La felicidad, sin embargo, no es felicidad si no es compartida, y eso es claramente utópico. En mi mundo, el platónico, los descubrimientos no van destinados a enfrentar a pueblos vecinos, sino a mejorar la calidad de vida de las personas sin necesidad de destrozar todo el entorno que las rodea. Dentro de mi idealismo entra amar a todo lo ajeno, incluso a las personas que no me respetan, porque son especiales a su manera de ser y si no aprendemos a querernos y a soportarnos, a pesar de nuestras diferencias, seremos incapaces de llegar juntos a alguna parte. No puedes caerle bien a todos, pero nunca sobran educadas sonrisas que eviten la incomodidad de una conversación silenciosa. A veces me pregunto porqué adoramos a nuestras madres, si luego teñimos de asfalto y grisáceos edificios todo aquello que nos vió nacer, ¿o es que habéis olvidado a la "madre naturaleza"?; sí, esa que nos hace respirar con sus árboles y que nos exfolia los pies con sus playas. Este es el mundo que quiero. Odio el odio, aunque suene hipócrita. No busco un mundo de flores, ponys rosas y amor en todas partes. Busco el fin de la maldad y el egoísmo, busco a personas que no tengan las orejas para llevar pendientes y la cabeza para adornársela con diademas. Quiero un mundo sin disputas, tiranías y opresión. Anhelo el placer de compartir y rehuyo aquel gusto que sienten muchos cuando aplastán a alguien para conseguir un objetivo. Sonreiría al ver una meta en común, pero me parece que ha sonado el despertador y debo enfrentarme a la realidad. Una pena sin lágrimas y un espíritu de lucha es todo lo que necesitaré en las próximas horas.
"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar."
- Eduardo Galeano.
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