Además de tener un carácter fuerte aunque silencioso, suelo presentarme con frecuencia indignada. No soporto a los jóvenes de hoy en día, sí, de la actualidad que me ha tocado vivir. A veces no sé si es que no puedo con ellos por el echo de que me gusta ir siempre a contracorriente, o porque realmente se muestran francamente insoportables. La vida no es sexo, drogas y fiesta, hay momentos alucinantes después de ello. Yo no tengo sexo, la única droga que tomo es la pastilla contra los efectos de la regla, y la fiesta me confunde, aunque la disfruto como nadie.
El problema de todo reside en las burbujas, sí, en las pombas de jabón que nos desorientan y nos alejan de la realidad. Soy la mayor buscadora de utopías, pero soy consciente de la realidad en la que vivo y de que, a pesar de que me duela, me toca aceptarla. Aceptación no es conformismo, no nos confundamos. En mi opinión hay que salir a las calles, chillar por lo que creemos, luchar y no asentar jamás la mente. Dependemos de nuestro pensamiento, de nuestras ideas, y la sociedad de ahora es una asesina que arrasa con todo. Solo somos capaces de hablar de programas de televisión estúpidos, de comentar el fútbol y criticar a quienes nos rodean. Pero, ¿qué hay de la injusticia del mundo? ¿no os preocupa que las noticias reales, y no deportivas, duren como máximo media hora? ¿de verdad a nadie le asusta que conozcamos la mínima parte de todo lo que nos rodea? Vivimos en sillones de terciopelo, en los que si los cojines están bien colocados, nos acomodamos y vivimos en una plena siesta de la que no nos despertaremos hasta que este espacio se vea alterado. Así somos de egoístas y de despreocupados. Es vergonzoso.
Me tiemblan las manos de la rabia que me da hablar de estos temas, casi no puedo ni escribir. Estoy cabreada, muy enfadada. Me encuentro harta y en una silla de madera, incómoda, como la realidad que me rodea. Nadie lucha, nadie mueve un dedo por cambiar nada. Estamos muertos y aún no hemos empezado a vivir. Sin complicaciones, sin retos y sin metas, no se llega a ningún sitio. De la televisión a la cama, y de la cama a las neveras de comida basura. Nuestra mente se pudre y no se alimenta. Supongo que sería demasiado duro abrir los ojos. ¿A qué teméis? No sé vosotros, pero en la vida me convertiré en una marioneta.
"Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazohipster con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con la estrellada dínamo de la maquinaria nocturna,que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz"
- Allen Ginsberg, "Howl" (Aullido).
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