domingo, 29 de diciembre de 2013

Mil y una noches

A pesar del paso de los años me sigo estremeciendo cada vez que tu nombre aparece en mi cabeza. Solo teníamos 16 años y pensábamos que nos comeríamos el mundo. Fueron discusiones, fueron cartas de amor leídas una y mil veces, fueron lágrimas que empapaban mi almohada en las noches más solitarias. Y fueron canciones. No sé qué fue lo que finalmente me enamoró de ti, pero fue así. Y aún pienso que es un sentimiento que no va a desaparecer nunca. Cada vez que pienso en ti recuerdo todas y cada una de las cosas que me djiste, que vivimos. Recuerdo cuando me escapaba de casa para subir en tu coche y dar una vuelta a la manzana. Ahora que lo pienso lo veo como un juego de niños, pero entonces parecía un viaje al nuevo mundo. Y la gracia es que escribo esto con una sonrisa y lágrimas en los ojos. Porque para mí eres un muerto en vida. Si no fueras famoso ni suqiera sabría de ti, pero el caso es que apareces en las portadas de las revistas, en internet, en las redes sociales. Estás en todas partes. Y yo no puedo olvidarme de ti, ni de lo muchísimo que te quiero. A pesar de todo lo que me has hecho, te sigo queriendo tanto. Y me duele. Ni siquiera me queda un atisbo de dignidad para poder renunciar a ti, porque también me has enseñado tantas cosas y, por otra parte tengo tanto que agradecer. Tú me enseñaste que las páginas de un cuaderno son las que mejor escuchan, quemaste cartas cargadas de nostalgia para que el cielo las leyera. Me dijiste que “nunca sería lo que esperaba de ti”. Y es verdad, no me mereces. No te mereces nada de lo que he hecho por ti: no te mereces las llamadas, las cartas, las lágrimas y las noches en las que le susurraba a mi corazón encogido que se calmara. Sin embargo, gracias a ello aprendí a ser fuerte a luchar contra la soledad y a ser su mejor amiga. Me enseñaste a callar cuando lo que iba a decir podría jugar en mi contra, me enseñaste a reír para disimular la tristeza, me diste esperanza para que más adelante pudiera reconocer un portazo en la cara. Gracias a ti crecí como persona, me volví confiada en mi misma y desconfiada con los demás. Te he observado tanto, que a pesar de llevar tanto tiempo sin verte sé que sigo conociéndote. Y conocerás a otras y a otros, y triunfarás porque ese es tu destino. Pero quiero creer o espero que tengas un agujero en tu corazón, y que me represente. Como ese tatuaje con un as, que representaba que yo era tu “as en la manga”, tu suerte, y que por orgullo nunca reconociste. Igual que sigo esperando a que reconozcas lo mucho que me quieres. Sé que me echas de menos, que no me has olvidado.

Tu recuerdo es lo que siempre me ha mantenido viva. Estamos unidos, lo sabes. 

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