A pesar del paso de los años me sigo
estremeciendo cada vez que tu nombre aparece en mi cabeza. Solo teníamos 16
años y pensábamos que nos comeríamos el mundo. Fueron discusiones, fueron
cartas de amor leídas una y mil veces, fueron lágrimas que empapaban mi
almohada en las noches más solitarias. Y fueron canciones. No sé qué fue lo que
finalmente me enamoró de ti, pero fue así. Y aún pienso que es un sentimiento
que no va a desaparecer nunca. Cada vez que pienso en ti recuerdo todas y cada
una de las cosas que me djiste, que vivimos. Recuerdo cuando me escapaba de
casa para subir en tu coche y dar una vuelta a la manzana. Ahora que lo pienso
lo veo como un juego de niños, pero entonces parecía un viaje al nuevo mundo. Y
la gracia es que escribo esto con una sonrisa y lágrimas en los ojos. Porque para
mí eres un muerto en vida. Si no fueras famoso ni suqiera sabría de ti, pero el
caso es que apareces en las portadas de las revistas, en internet, en las redes
sociales. Estás en todas partes. Y yo no puedo olvidarme de ti, ni de lo
muchísimo que te quiero. A pesar de todo lo que me has hecho, te sigo queriendo
tanto. Y me duele. Ni siquiera me queda un atisbo de dignidad para poder
renunciar a ti, porque también me has enseñado tantas cosas y, por otra parte
tengo tanto que agradecer. Tú me enseñaste que las páginas de un cuaderno son
las que mejor escuchan, quemaste cartas cargadas de nostalgia para que el cielo
las leyera. Me dijiste que “nunca sería lo que esperaba de ti”. Y es verdad, no
me mereces. No te mereces nada de lo que he hecho por ti: no te mereces las
llamadas, las cartas, las lágrimas y las noches en las que le susurraba a mi
corazón encogido que se calmara. Sin embargo, gracias a ello aprendí a ser
fuerte a luchar contra la soledad y a ser su mejor amiga. Me enseñaste a callar
cuando lo que iba a decir podría jugar en mi contra, me enseñaste a reír para
disimular la tristeza, me diste esperanza para que más adelante pudiera
reconocer un portazo en la cara. Gracias a ti crecí como persona, me volví
confiada en mi misma y desconfiada con los demás. Te he observado tanto, que a
pesar de llevar tanto tiempo sin verte sé que sigo conociéndote. Y conocerás a
otras y a otros, y triunfarás porque ese es tu destino. Pero quiero creer o
espero que tengas un agujero en tu corazón, y que me represente. Como ese
tatuaje con un as, que representaba que yo era tu “as en la manga”, tu suerte,
y que por orgullo nunca reconociste. Igual que sigo esperando a que reconozcas
lo mucho que me quieres. Sé que me echas de menos, que no me has olvidado.
Tu recuerdo es lo que siempre me ha
mantenido viva. Estamos unidos, lo sabes.
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