Hace mucho
tiempo que no habla, y es porque a veces es mejor cerrar la boca y seguir
hacia adelante. Sin decir nada. Escuchando solamente el susurro de un silencio que
te arrastra hasta lo más profundo de la soledad, que te hipnotiza y te duerme,
hasta que finalmente te transporta a un mundo totalmente paralelo, donde
realmente desearías estar. Poco a poco la neblina se va haciendo más espesa,
más pesada, menos clara. Te aprieta y te lleva hasta lo más hondo, hasta el
agujero más negro. Intentas tirar de todas las manos allí tendidas, te enredas
entre cuerpos, entre brazos, pero resbalas y sigues cayendo. De nada sirve el
diálogo, gritas pero nadie te oye. Estas mudo. Estás solo. Tu mente, más
paralizada que nunca, encerrada en sí misma, busca una salida, escalar por las
enrevesadas cortinas de ideas hasta un cielo claro, azul, brillante. Lo ve a lo
lejos, y cada vez más lejos, porque la marea te arrastra, y sigues cayendo. Eres
tan mudo como sordo, como inconsciente. No existes. Ni te queremos que estés, ni estás en
este mundo. Fuera. Fuera, ya no queda nada, solo el humo de ese último cigarro
que dejaste antes de la explosión creadora.
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