domingo, 16 de diciembre de 2012

Con dos de más y una vuelta a la manzana


Me llamo… eso no importa ahora, y realmente no sé por qué estoy escribiendo esto. En realidad no sé porque hago nada, ni porque hago todo. Me da lo mismo. Hoy ha sido un día horrible, pero en realidad todo empezó ayer por la tarde, por una absurda discusión. Hace dos meses que salgo con un hombre, soltero y regalado, un antiguo amigo de la infancia. Él dice que siempre le he gustado, por mi personalidad y mi físico, pero yo no me lo creo, me parece que es porque soy una mujer muy maleable y buena el motivo por el que los hombres, los que han tenido el valor de acercarse, han venido a mí. Después de conocerme todos salen corriendo. Casi les salen humo de las plantas de los zapatos. Nadie quiere estar con una mujer tan complicada. En realidad parezco normal, y todo, pero no es así. A simple vista soy medio rubita, de metro sesenta, algunos piercings de cuando era joven por las orejas, y que no me quito porque me recuerdan aquella época en la que no hablaba sola; con ojos marrones y algo flacucha (pero afectada por los cambios hormonales de mi cuerpo),  según mi madre y sus amigas, aunque yo creo que soy un reflejo distorsionado de todo esto que acabo de decir. El caso, que siempre me despisto y me voy por otras ramas, es, que este hombre me gusta bastante. Yo al principio no quería estar con él, porque creía que no me gustaba tanto, y no quería jugar con él. Pero ahora las cosas han cambiado. Las inseguridades vienen a mí como el olor del café amargo que me tomo todas las mañanas. No tomo café, pero suena literario, y profundo. Me gusta el té, con galletas, de esas que engordan y hacen que los hombres luego no quieran acercarse a mí. Inseguridades, algo que no se arregla, que no tiene una, que están ahí y no puedes desprenderte de ellas, que te corroen por dentro, se alimentan de tu energía, y después te dejan hecha un guiñapo, abrazada a tu almohada y llorando como si fuese a acabarse el mundo. Soy tremendamente insegura. Me veo gorda, muy gorda, y me peso todos los días, como 3 veces. Intento escaquear todas las comidas que puedo, porque sé que cuando como me doy el atracón, y mucho más cuando estoy nerviosa o triste, no controlo mis impulsos y me como todo lo que encuentro. Después trato de arreglarlo con métodos arcaicos, y volviendo a pesarme, pero nada me hace sentir mejor. Solo me siento bien cuando él me toca. En realidad no ha visto mi piel, solo la de mi cara; pero me ha rozado, las piernas, el cuello, las orejas y los brazos. Ha intentado tocarme la tripa pero siempre llevo muchas camisetas y no lo ha conseguido. Sin embargo, ahí está esa energía, a la que quiero llegar, que deseo, pero que a su vez me espanta, porque sé que cuando la adquiera, me voy a convertir en otra persona y las inseguridades van a poder conmigo. Es extraño: soy mucho más fuerte estando sola que acompañada. Ahora pienso en él todos los días, en si me será infiel (porque si yo fuese un hombre me lo sería), en si piensa en mí todas las noches como hago yo con él, si tiene ganas reprimidas de verme pero no me dice nada por no agobiarme, si le importo… todas esas preguntas que con mi vehemencia podría resolver en un momento, pero que no se anima a salir. Tengo miedo y soy insegura, tremendamente insegura. Me encantaría tener ese cuerpo de las modelos, como plumas disueltas, que se mueven con seguridad por la pasarela, como si se comiesen el mundo. No me gusta verme así. Me encantaría salir a la calle sin pensar en cómo taparme o dónde ocultarme. Ojalá dejase de morderme las uñas cuando salgo a bailar o conozco gente. Si todo fuese diferente, si yo fuese perfecta todo cambiaría. Podría dejar que él me tocara porque amaría mi cuerpo. Le gustaría rozar mis costillas como si fuesen las cuerdas de una guitarra, le encantarían mis finos y suaves muslos, mis dedos de pianista rozando su piel… mis pómulos marcados, y mi cara envuelta en una pasión cadavérica, que le daría fuerza a mis castaños ojos y a mi largo pelo rubio. Como una diosa. Así si podría dejar que me tocara, que me viera y que me sintiera, que me deseara por encima de todo. Podríamos fundirnos en uno, porque mi cuerpo sería tan ligero, que él podría hacer conmigo lo que quisiera y llevarme a tocar el cielo. Para conseguir todo esto debo sacrificarme y humillarme enfrente del espejo, de todos los que me rodean. Para ser perfecta hay que librar una batalla constante, en la que siempre sabes, que vas a salir perdiendo. Aun así lo necesito, porque quiero tenerlo tan cerca y tan enamorado que no sea capaz de ver o pensar en otra cosa que sea mi ser o mi alma. Quiero llegar a ser su niña perfecta, fuerte y miedosa a la vez, la que nunca ha ocupado antes su Quiero que me vea bella, no simple o comú, como las demás que ya lo han tocado, que lo han sentido. Quiero ser diferente, la excepción que no confirma reglas..  No sabía que esto pasaría, no, ni siquiera me lo podía imaginar. Tengo miedo de perderle, de que se vaya. De volver a llorar abrazada a mis rodillas sentada en la bañera mientras el agua fría penetra en mis huesos y poco a poco me va congelando el corazón, sellado desde hace mucho por candados desembocados en decepciones absurdas y días negros, de tormentas grises y lluvias ácidas. Si quiero conseguirlo debo ser más fuerte que yo misma.  Estoy muy cerca de soplar el universo, y si me rindo volveré a caer a la tierra, donde están los mortales, la simpleza. Ahora estamos cada uno en una orilla distinta del río, aunque con solo un salto podríamos estar juntos, pero una absurdez tremenda nos separa y nos atrapa en la soledad. Sin embargo, en silencio le chillo que espere, que ya llega su niña. 

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