Mercedes García Arenal es una arabista licenciada por la
UCM, que se dispone a reseñar el libro de Eduardo Manzano, Conquistadores,
emires y califas. Los Omeyas y la formación de al-Ándalus.

Siempre se ha estado
debatiendo la cuestión del Islam en la Península Ibérica o en Occidente, pero
el problema es “que siempre se acrecienta
alimentado por una cadena constante de acontecimientos que están afianzando el
sentimiento de enfrentamiento e incompatibilidad”. Las posiciones cada día
son más radicales, y aunque las voces que realmente tienen autoridad intentan
que se las escuche, nunca conseguimos admitir del todo que el Islam forma parte
de nuestra historia. Sin embargo, el problema radica en que siempre se
presentan estas civilizaciones dentro de unos mismos parámetros, de unas mismas
características, y eso impide que puedan conocerse más a fondo. De hecho, estos
debates no tienen naturaleza histórica, sino que la cultura no llega a
conocerse, y el debate es más político que histórico. Desde este punto de
vista, el Islam aparece siempre como una cultura incompatible. El debate actual
ni siquiera hace un análisis de la cultura, sino que hace una “división por raza”.
Sobre lo que respecta a
Eduardo Manzano, conocido historiador medievalista, desarrolla su libro en
torno al debate del al-Ándalus del siglo XIX, que ha terminado en una relación
de enfrentamiento del Islam con la cultura española. Sin embargo, este interés
no acaba de nacer, sino que viene formándose desde los años 70. España llevaba
años viviendo en blanco y negro, y el concepto de identidad nacional estaba
algo borroso. Por eso, cobró bastante atractivo el pensar que en la Edad Media,
existía esta coexistencia pacífica entre ambas culturas. En cambio, al mismo
tiempo se ha producido un “contra-mito”,
que justifica el programa político creado por el multiculturalismo y la
globalización de la cultura de signo islamista. Este proceso socio-político del
que hablamos, viene de publicaciones como las de Aznar, que dijo que “el problema con Al-Qaeda empezó hace mil
trescientos años”, y demás, que se empeñan en utilizar una determinada
biografía que no habla ni mucho menos del legado que nos ha dejado al-Ándalus.
Esta es una de las civilizaciones medievales mejor conocidas, ya que numerosos
arqueólogos, historiadores de arte, o arabistas, han dedicado su tiempo y
esfuerzo a conocer “la verdad” de dicha etapa de la historia. Pero no es esta
la única barrera con la que quiere acabar, sino que también quiere derrotar
aquella que separa los medievalistas del mundo cristiano y los del mundo
musulmán (arabistas). Esta separación tan dañina viene de un difuso concepto de
historia nacional, y por razones de “división
universitaria entre departamentos y sus disciplinas”. Eduardo Manzano se
propone acabar con toda especulación en su libro. Según la autora: Está muy bien escrito, desde un punto de
vista formal, literario. Gracias al libro, se consigue colocar al-Ándalus
dentro de las corrientes normales que desarrollan las sociedades medievales. De
esta manera, se evita el rechazo hacia “los moros”, como se dice en España (y
como resalta la autora).
El libro, desarrolla los tres siglos que siguieron la
conquista árabe del 711 y de la formación de al-Ándalus. Para ello, ha empleado
fuentes árabes y latinas, junto a fuetes de numismática y arqueología. Otra de
las características es que no se centra demasiado en la religión, sino en la
sociedad, el sistema administrativo, los recursos, la economía el ejército o
las revueltas; junto con las formas de poblamiento, la artesanía, las
innovaciones técnicas o el cultivo. Es un libro más socio-político que
religioso. Sin embargo, respecto a lo que a religión se refiere, no olvidemos
que actualmente no existe una misma percepción. En esta época se combatía en
“nombre de Dios, porque es único”, y de hecho como no paraban de vencer,
parecía que éste les apoyaba (no olvidemos que solo hacía 80 años de la muerte
de Mahoma). Es curioso, que los primeros musulmanes se denominaran solo como creyentes, teniendo en cuenta que además
todavía no se había formado el Islam Ortodoxo. Y, no olvidemos que durante esta
etapa hubo una masiva conversión al Islam, y como dice la autora: “cómo sabría un converso si se había hecho
verdadero musulmán”. Estos lazos se formaban como un nuevo acto de
vasallaje, en el que el converso aportaba muchas cosas de su antigua vida,
formando algo así como “una nueva religión”. No solo se formó una nueva
religión, sino “un nuevo orden” social y cultural, en la que había menos
conquistadores que conquistados. Por eso, la conquista terminó por ser una
conversión radical y creadora de una nueva masa religiosa, que facilitaba la
cohesión del Imperio. Como dice manzano: “era un monopolio”, uy bien organizado
a través del ejército.
Como aspecto negativo, la autora resalta que echa en
falta “un mayor énfasis en el aspecto ideológico del poder político y las
características de autoridad sobre sus súbditos”. También, echa de menos la
formación religiosa del Islam en relación con la sociedad. Según ella, Manzano
no ha hecho ni caso a las frases de transformación social y al proceso de
islamización y arabización, además de la imposición de la lengua árabe. La
conversión de la lengua es una de las claves. Los judíos y cristianos escribían
el árabe, por lo que esta fue la lengua oficial de al-Ándalus (por mucho que
otros se empeñen en borrarla de la memoria histórica). En cambio, no deja de
definir el libro como “importante” para un mayor conocimiento sobre al-Ándalus.
Manzano termina hablando de un territorio totalmente islamizado y arabizado,
pero no continua hablando de su formación hasta la actualidad.
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